
LA HACIENDA LA MARIELA
Febrero de 2016
CUARTA Y ÚLTIMA PARTE
4. LECTURAS DESDE EL PRESENTE
Este escrito es un viaje hacia un pasado muy personal para encontrar susurrantes motivaciones de algunas de mis más persistentes inquietudes, y si se quiere pequeñas obsesiones: la luz difusa y lánguida (cada vez más lejana) de La Mariela arroja claridad y algunas claves para entender mi presente.
El paisaje vasto e inconmensurable visto desde La Mariela es fundacional, sembró en mí la tendencia al embelesamiento (contemplación) de todo horizonte amplio y la inconformidad ante los horizontes cerrados.
Otro registro indeleble asocia las vacaciones con los viajes al campo y las fincas, incluso al mar. Cuando se aproxima la navidad y mi periodo de vacaciones laborales de fin de año, busco afanoso dónde pasear, hacia donde salir para dejar atrás mis rutinas y entornos urbanos: vacacionar siempre ha sido la búsqueda de un pedazo de tierra dónde descansar. En estos lejanos días desde los tiempos de La Mariela con mi familia cercana (padres y hermanas) cada Semana Santa viajamos (alquilamos) una finca de descanso y re-encuentro. En esta faceta de la historia las fincas son justamente eso: lugares de encuentro!
Bastante más complejo sin embargo es el imaginario y el deseo de una finca productiva como un proyecto profesional, técnico y financiero. Si bien siguiendo los dictados de un impulso irrefrenable que me llevaba en búsqueda de mi abuelo estudie zootecnia, mi familia directa es esencialmente urbana y nunca ha poseído tierra más allá de esos recordados parajes en Palermo. Mis padres nacen en Medellín, y toda su vida han vivido en ella. Soy de naturaleza urbana. El patrimonio de los abuelos permitió que la familia extensa enraizara en la vida de ciudad, y en dicho tránsito se consumió desapareciendo en su ruralidad, disolviéndose en un sinnúmero de pequeñas familias de tíos y nietos citadinos. Dicho de otra manera, imaginé y deseé acompañar al abuelo para al final quedarme solo con la materialidad de un título académico sin el objetivo final de mi decisión. Solamente transcurrieron dos años desde el momento en que fue vendida (finales de 1977) hasta cuando egrese como bachiller (1979), un lapso de tiempo muy corto en el cual no alcance a cambiar la inercia de una decisión largamente madurada en todos esos años al lado del abuelo
Sin embargo por mi condición citadina difícilmente podría vivir dentro de los ritmos, la parsimonia y la monotonía del campo con su soledad y relativo aislamiento. No se ganarme la vida con el esfuerzo de las manos, al estilo campesino: el trabajo físico ha cedido su lugar al trabajo intelectual y técnico.
El abuelo vio fragmentarse su vida familiar a lo largo de los años. De una familia rural robusta y extensa, adaptada a las tradiciones, valores y condiciones de la sociedad antioqueña de la época vio cómo se desgranaba su unidad motivada por su traslado a Medellín dentro del proceso creciente de urbanización del país, quedándose en solitario en su faena diaria de mantener y crecer su hacienda, ajeno a las vicisitudes, retos y nuevos intereses que su esposa e hijos desarrollaban en la ciudad. En general los campesinos cuyas familias derivan hacia la ciudad ven como su vida familiar tradicional se fragmenta, desarticula y destruye, eliminándose el soporte generacional para el mantenimiento de la heredad y de las tradiciones. Mi abuelo terminó sus días en Medellín sufriendo un proceso lento e inexorable de marchitamiento, llegando incluso a decir: “… con la venta de La Mariela me mataron”.
EPÍLOGO
Este texto es un esfuerzo por dar un significado actual a una amalgama de recuerdos y sentimientos persistentes que como polillas desorientadas iban y venían dentro de mí, lo que ha permitido aclarar su lugar y sentido: un ejercicio de autoconocimiento, un “insight” si se quiere.
Adicionalmente vuelvo a retomar hábitos de escritura y lectura, un valor agregado de gran significado para mi futuro inmediato. El oleaje llegado hasta mi presente, originado en las profundidades de estos recuerdos de La Mariela, trajo el deseo, el interés y la vigencia de estos aspectos de mi personalidad abandonados y que producen en mí la sensación dulce e inexpugnable de lo propio. Un regalo adicional de los abuelos desde su distancia inalcanzable.
12 de febrero de 2016