LA HACIENDA LA MARIELA
Febrero de 2016
TERCERA PARTE
2. MOSAICO DE RECUERDOS AISLADOS
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La Lechería era el portón de ingreso a borde de carretera. Un lugar encomendado a un agregado compuesto por una sencilla casa, una bodega, un establo de embarque de ganado al lado de una pileta de baño para las reses en su tratamiento contra nuches y garrapatas. La puerta camión de la bodega tenía pintada la imagen del Apiario La Mariela como anuncio de venta de miel en el lugar.
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La carretera para subir a la casa principal serpenteaba la montaña en complicadas curvas con trazo empírico hecho por el abuelo en suelo agreste. Únicamente el último trecho, el de mayor pendiente, poseía rieles en cemento. Para el niño era un trecho largo y fatigoso para ser recorrido a pie, con deshechos empinados.
Teléfono de manilla giratoria que comunicaba con La Lechería
LA PLANTA - Corazon productivo de la La Mariela, sede de beneficiadero de café
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La Lechería se comunicaba con la casa mayor mediante un teléfono antiguo de manija giratoria, una versión del citófono para la época.
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La Planta representa el lugar productivo por excelencia, el beneficio del café con la hilera de despulpadoras, los secadores solares en amplios cobertizos corredizos, la turbina Pelton y el edificio de varios pisos (tal vez 4 niveles) en donde se almacenaba el café seco: una estructura gigantesca de techos en láminas de zinc, columnas en adobe cocido y la estructura de madera propias de una hacienda como La Mariela.
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La casa principal se encontraba rodeada por un cerco recio: varias líneas de adobe enchapado hasta la altura del pecho terminados en una verja de metal encortinado que la aislaba del flujo de personas y carga. Un cercado en uno de cuyos costados se abría un portón por donde ingresaban carros o caballos provenientes del exterior y otro similar en el costado opuesto que comunicaba con la pesebrera y la planta hacia las intimidades productivas de la hacienda.
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El cuarto de los avíos (o cuarto de la clave, en alusión a que su cerradura era un candado de clave numérica: un dial que se giraba a la derecha hasta el número 10 y dos a la izquierda…) era el sitio donde el abuelo guardaba los aperos, herraduras y otros enseres para la recua de mulas y caballos: una parte fundamental de la cultura y la economía del café. Conocimos su clave tardíamente; con la venta de la finca esa puerta se cerró para siempre. Conocerla fue en muchos sentidos el permiso de acceso, al universo material y económico de la hacienda y el café, un permiso que rápidamente nos fue arrebatado.
Solamente a unos pocos nietos nos interesó conocerla. Éramos los más cercanos a los qué haceres de la hacienda, una incipiente generación de relevo que nunca alcanzó a llegar en vista de la prematura disolución del patrimonio de los abuelos.
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En una esquina del corredor perimetral de la casa hubo siempre una hamaca: sitio de encuentro, juego y conversación entre primos.